Romeo había dejado de
ser un pequeño gato, ahora ya tenía edad para subir al tejado. Su dueña, la Srta. Teresa, le puso
ese nombre porque siendo apenas un gatico muy chiquito se enamoró perdidamente
de un ovillo de lana color lavanda de los que ella usaba para tejer sus
bufandas. Fue amor a primera vista, Romeo y el ovillo de lana eran inseparables
hasta que un día, ya siendo un joven gato, se dio cuenta de que su primer amor no era más que una bola enredada de hilo.
Esa noche salió a la vereda a dar un paseo y subió al tejado
por primera vez. La noche estaba quieta y soplaba una brisa fresca, de fondo se
oía un coro de grillos, entonces la vio… ella era hermosa e imponente, su rostro pálido
iluminaba la vereda y agitaba con gracia su cabellera de estrellas, Romeo
sintió de nuevo la sacudida del amor, solo que esta vez con mayor intensidad,
le maulló una hermosa melodía para impresionarla y luego le dijo:
- Dime hermosa reina de la noche ¿quién eres?
- Soy la
Luna - contestó ella indiferente - ¿Y tú, quién eres?
- Soy Romeo - dijo el gato - y su hermoso pelaje, de un
negro casi azul, brilló más que nunca bajo la pálida luz de la luna… el latido
de su corazón se escuchaba estruendoso como el reloj despertador de la Srta. Teresa.
- ¿Romeo? Ja ja ja ja ja
¡un gato llamado Romeo! ¡nunca escuché nada tan absurdo!
Yo conocí
al verdadero Romeo, estuve allí, iluminando la noche mientras él le recitaba los más bellos versos a su amada,
lo vi subir por su balcón para robarle
un beso en la oscuridad… ¡Ciertamente no te pareces en nada a él! – le
reprochó la luna –
- Yo te recitaría bellos poemas si aceptaras ser mi novia
- Yo te recitaría bellos poemas si aceptaras ser mi novia
- suspiró el gato -
- Los más grandes poetas han cantado a mi belleza, el hombre ha tratado de conquistarme a través del tiempo, los trovadores se han inspirado en mí para hacer sus canciones, los mejores pintores han plasmado mi belleza en sus lienzos ¿por qué querría ser la novia de un gato ordinario? – preguntó la luna -
- Los más grandes poetas han cantado a mi belleza, el hombre ha tratado de conquistarme a través del tiempo, los trovadores se han inspirado en mí para hacer sus canciones, los mejores pintores han plasmado mi belleza en sus lienzos ¿por qué querría ser la novia de un gato ordinario? – preguntó la luna -
- ¡No soy ordinario! – exclamó el gato - Puedo lamer mi cola ¡mira! - y comenzó a dar vueltas a la vez que
lamía su cola – soy muy aseado, también puedo cazar ratones y cualquier tipo de
bicho, además, tengo siete vidas.
- ¿Siete vidas? ¡que desperdicio! ¿para qué necesita
siete vidas un gato que no hace más que lamer su cola y cazar bichos?
- se burló la luna –
- se burló la luna –
- Pero yo te amo…quiero casarme contigo. ¿Tú no me amas?
– Preguntó triste el gato –
– Preguntó triste el gato –
-Yo solo puedo amar a la noche oscura y a mi
cabellera estrellada... Y ya no puedo seguir conversando contigo, tengo que ir a
anochecer a La China,
¡con tu permiso! – dijo arrogante la luna alejándose para dar paso a la aurora –
Romeo sintió que su corazón se
destrozaba como sucedió con el reloj despertador de la Srta. Teresa aquel día en que saltó a la mesita de noche y lo
tiró accidentalmente. Una lágrima mojó su largo bigote. En ese momento llegó la
aurora y, al verlo llorar dolorosamente, le dijo:
- No te aflijas Romeo, la Luna es vanidosa y no puede
mirar más que su propia belleza. Es triste no poder ver la belleza que hay en
los otros… Un día vas a amar a alguien que también te amará y entonces
brillarás más que la Luna
y su cabellera de estrellas.
- No creo que quiera amar nunca más, es muy doloroso...
– Contestó el gato abatido -
– Contestó el gato abatido -
Comenzó a amanecer y Romeo sintió que oscurecía en su
corazón... luego saltó del tejado y los primeros rayos del sol calentaron
suavemente su lomo. En su camino encontró una gatica carey que daba vueltas y
lamía su cola, Romeo al verla se echó a reir, ella lo miró y comenzó a reir
también, los dos rieron a carcajadas:
- ¿Cómo te llamas? – preguntó la gatica
carey –
- Me llamo Romeo – y le sonrió con dulzura –
- Yo soy Julieta – ella también le sonrió –
Y se fueron caminando juntos por la vereda…
- Yo soy Julieta – ella también le sonrió –
Y se fueron caminando juntos por la vereda…
FIN