Ella siempre fue así. Por su cabeza cruzaban las palabras
formando ideas y esas ideas se mezclaban
entre si formando grandes discursos, excelentes observaciones o hermosos
poemas; pero a la hora de pronunciarlos, de su boca solo salían un par
monosílabos y una que otra frase corta. Era como si las palabras se quedaran
aprisionadas en su garganta sin poder salir, era como si un pesado grillo en su
lengua le impidiera tanto moverla que apenas alcanzara a decir poca cosa y
muchas veces nada.
Por las mañanas cuando paseaba por el parque pensaba:
Es hermoso cómo se expresa la naturaleza y nos dice cuánto
nos ama en cada pétalo, en cada aroma y en cada color; en el canto del pájaro,
en su vuelo; en ese color naranja de la mañana que lo cubre todo y nos hace
sentir que este día es único, aun cuando sabemos que mañana se repetirá...
Pero cuando intentaba expresar tan hermosos pensamientos, de
sus labios apenas salía un: - Lindo día
-
¡Qué callada! Decían sus maestros.
¡Qué comedida! Comentó un amigo
¡Qué tonta! Chismorreaban las vecinas
¡Que pretenciosa! Pensaron sus compañeros de curso
¡Que parca! Exclamó el cura cuando le pidió que subiera al púlpito para conducir la oración y de sus labios solo salió un tímido:
- Alabado sea Dios - mientras en su cabeza ya había recitado La Biblia entera.
De niña se levantaba de la cama y se sentaba en un sillón
del estar y, mientras miraba a su madre planchar, un torbellino de ideas pasaba
por su pequeña cabeza; su madre la miraba y riendo le preguntaba:
- ¿Todavía con sueño? -
Y en realidad nunca dormía bien, las ideas en su mente
danzaban por las noches y no la dejaban dormir lo suficiente.
Un día regresó de la escuela muy triste, había visto un
carro atropellar a un perrito, por todo el camino caviló acerca de la vida y la
muerte:
Tal vez la muerte sea eso, un accidente que nos asusta y nos
sorprende. - pensó -
Tal vez la vida no es más que la preparación para la muerte,
tal vez la muerte sea otra vida o tal vez la muerte sea caminar inexorablemente
hacia la nada. - siguió pensando - Todos
estos pensamientos y la imagen del perrito muerto la embargaron de una profunda
tristeza y, cuando ya estaba llegando a casa, las lágrimas comenzaron a rodar
por sus mejillas.
Quiero contarle todo esto a mi madre - pensó -
Pero, cuando llegó a casa llorando y su madre le preguntó
qué le sucedía, ella solo pudo decir tristemente:
- Nada -
Su madre se escandalizó y volvió a preguntar:
- ¿Qué pasó, por qué lloras? -
Esta vez solo pudo negar con la cabeza y bajar la mirada.
Su madre muy molesta la tomó por el brazo, la encerró en su
habitación y le dijo:
- ¡Ahí te vas a quedar hasta que hables! -
Ella al verse sola en la habitación sintió un alivio, por lo
menos allí dentro no tenía que hablar con nadie; estaba exhausta, las ideas
deambulaban en sus cabeza sin poder salir y eso era muy extenuante. Se subió a
la cama y recostó la cabeza en la almohada para que su ajetreada mente
descansara un poco.
Al día siguiente ya su madre lo había olvidado todo, al
contrario de su hija, ella era muy dispersa y conversadora.
Un día, sintió el amor por primera vez. Aquel joven la hacía
atropellar sus pensamientos, ella trataba de organizar las ideas en su cabeza
pera eran demasiadas y todas surgían a la vez. Pensó en hablarle, pensó en acercarse
y decirle que su corazón ya no era un músculo involuntario y que
ahora sólo latía a voluntad cuando él estaba cerca, que amaba esos ojos que un
día habían mirado al cielo y fotografiado su azul, que le encantaban las
palabras que giraban en su mente cuando lo veía, que ahora solo se abandonaba a
las ideas y las dejaba que colapsaran dentro de su cabeza con placer; mientras
pensaba en todo esto se acercó al joven y cuando intentó hablarle solo alcanzó
a decir levemente:
-Hola - y luego se sonrojó.
El joven la miró a los ojos un poco sonrojado también.
Ella quería decirle las palabras que tenía en su mente; pero
era imposible, estaban aprisionadas en su cabeza. Perturbada por la mirada del
joven se abalanzó sobre él y lo besó, él también la beso. Se besaron con un
beso profundo, porque para besar no son necesarias las palabras.
Luego se amaron, se amaron más allá de las palabras…
Luego se amaron, se amaron más allá de las palabras…
Ella pensó: ¡Dios mío, estoy enamorada! Él es mi primer
amor, lo amo y quiero gritarlo a los cuatro vientos ¡quiero que el universo entero sepa de mi
felicidad!
Y salió a caminar y a decirle al mudo que amaba, pero solo
alcanzó a mostrar su maravillosa sonrisa; por tanto sonrió, sonrió a todos a su paso…
Las palabras nunca salieron de su boca pero, por alguna extraña
razón, todos al verla sonreír sabían que estaba enamorada.