Esa
tarde Guardiola tenía más hambre que de costumbre. Escudriñó en
la basura pero no encontró nada, su estomago crujía, la furia de
sus jugos gástricos emulaban una pelea entre dragones lanza fuego,
fue entonces cuando decidió ir a su lugar favorito: la calle 4. Allí
estaba el papaupa, muy conocido porque preparaba los mejores perros
calientes de la zona y había introducido nuevos ingredientes como
las papitas y el queso. A Guardiola le gustaba sentarse en la acera y
percibir aquel maravilloso olor, el aroma de las salchichas asadas,
el pan caliente y las salsas, cerraba los ojos y se imaginaba
comiendo un perro caliente con todo.
-
Ummm... ¡qué rico güele!
Los
olores que se desprendían del puesto de perros calientes del papaupa
lo transportaban, Guardiola siempre soñaba con comer uno, aunque sea
probar uno, pero un perro caliente era para él un sueño
inalcanzable, para comer un perro caliente con todo necesitaba un
real.
- ¡un
rial! ¡eso ejuna foltuna! Pero un día voy a sé rico y a comé todos los perros que quiera. ¡Papaupa
dame un perro ahí!
-
consigue un real y te lo doy.
- ¿y
aonde voy a conseguí un rial?
- Ah,
no sé, ese es tu problema, el mío es vender los perros.
-
¡Nojó! papaupa, tú si eres...
Pero
el olor de los perros solo alborotaba su enfurecido estomago.
Guardiola siguió su camino, vagó por las calles del barrio que ya
se oscurecía por la llegada de la noche y no encontró nada para
aliviar el hambre, un viejo borracho en la puerta de una taguara le
ofrció un guayoyo medio frío que el muchacho bebió con desespero.
Ya era
tarde y el niño estaba cansado. Recogió unos cartones en un
basurero, los llevó al lugar donde acostumbraba dormir y los acomodó
como pudo.
Pensó
que el hambre tampoco lo dejaría dormir esa noche.
-
¡Maldita sea mi puta vida!
Se
acostó boca arriba mirando el cielo oscuro:
-
Diojmío otra ve me voy acostá sin comé? ¿no me vajayudá? ¿ah?
¡nojoda!
Resignado
se enroscó lo mejor que pudo sobre los sucios cartones para
protegerse del frío, de pronto vio algo que brillaba debajo de un
carro destartalado.
- ¿y
esa vaina qué ej?
Se
arrastró hasta el carro y vio una reluciente moneda, emocionado
estiró su mano y la alcanzó.
-
¡Coño ejun medio! ¡a comé perro se ha dicho!
Corrió
lo más rápido que pudo a la calle 4.
- ¡Si
el papaupa ya se fue me mato!
¡Coño,
nojoda ahí tá!... ¡papaupa vendeme un perro a medio!
- ¡No,
si así es! Los perros cuestan un real.
-
¡Coño papaupa no seajasí que tengo medio na má!
- Por
un medio te lo vendo, pero sin salchicha.
-
¡Nojó papaupa! ¿sin salchicha?
- Con
salchicha cuestan un real.
-
Güeno, ta bien pué, dame uno sin salchicha con todo.
Y
mientras Guardiola lo miraba impaciente y con los ojos brillando de
emoción, el papaupa tomó un pan humeante, lo abrió, le colocó
repollo, cebolla, papitas, mayonesa, mostaza, salsa de tomate y se lo
entregó.
- te
faltó el queso papaupa.
y por
último le puso el queso.
-
Toma, es un medio.
Guardiola
le entrego el medio y le dio el primer mordisco al ansiado manjar. en
su estómago inquieto comenzó una fiesta ruidosa y exultante. Por un
momento se olvidó de su vida, del frío, de la noche en las calles,
de su cama de cartón, en aquel momento Guardiola era el niño más
feliz del mundo.
-
ummmmm... ¡qué rico! ¡sin salchicha es mejol y maj barato!
¡Cuando
sea rico voy a comé puro perro sin salchicha con todo!
Esa
noche Guardiola se fue a dormir sin hambre y con una gran sonrisa en
su cara sucia y cansada...
Guardiola
preparaba su carrito de perros para comenzar otro día de trabajo.
- Sr.
Guardiola ¿a cómo los perros?
.- Con
salchicha diez bolívares, sin salchicha a cinco.
En aquel
gélido país, con una ligera llovizna sobre su rostro, ella caminaba
sin rumbo… De pronto vino a su mente aquel personaje de una serie
de TV, ese que siempre iba errante con su mochila al hombro. Pensó
que se parecía un poco a él y trató de recordar infructuosamente
su nombre.
Pasó
frente a una sala de cine: “En la cama con Madonna” decía la
cartelera.
A
este país siempre llegan las películas más viejas - pensó -
Decidió
verla. Después de unos minutos en la pequeña antesala, entró y se
sentó sola en la oscuridad de la sala. Mientras veía la película
pensaba en lo cansada que estaba, le dolían mucho los pies de tanto
andar y tenía las manos congeladas, además del hambre que ya era
costumbre. Sacó unas galletas de su morral y las comió mientras
soportaba aquella terrible trama sin sentido. Después de un rato de
tortura, ver a Madonna en un film puede ser un verdadero tormento, se
levantó y salió de la sala.
Se fue en
dirección a su residencia, pensó en tirarse en su cama y descansar
los pies y la tristeza.
De pronto
notó que un hombre también había salido de la sala de cine y la
seguía, un poco nerviosa apuró el pasó, pero él la alcanzó:
-
Veo que está sola. - le dijo -
No,
no lo estoy. Voy sola, pero no estoy sola. ¿Entiende la diferencia?
Entiendo,
disculpe la confusión. - Dijo el hombre mientras daba media vuelta y
se retiraba-
Se sintió
aliviada y agradecida de que en aquel país fueran todos tan educados
y continuó su camino, solo quería el calor de su habitación,
aterrizar en su cama, dejar afuera el otoño acontecer y olvidarse
del mundo. Cuando por fin llegó y abrió la puerta de su habitación
notó con extrañeza que todo estaba a oscuras, luego cuando sus ojos
comenzaron a ver mejor en la oscuridad, advirtió que su compañera de
habitación estaba recostada en la cama con un hombre, había una
música muy suave de fondo y las cortinas estaban cerradas..
Cuando
parece que las cosas no pueden estar peor siempre hay alguien que
hace un esfuercito para demostrarte que no es así. - Decía mientras una furia inusual la sacudía de los pies a la cabeza -
Caminó
hasta la ventana, corrió las cortinas, luego se acercó a ellos,
apagó el reproductor de música y les dijo:
¡Estoy
extenuada y necesito dormir! ¡Quiero que salgan ya!
¡Esta
también es mi habitación! Contestó su compañera
Entonces
te puedes quedar, ¡pero tu amigo se va!
La pareja,
visiblemente molesta, abandonó con premura la habitación.
Se
sintió aún más triste y frustrada, no podía creer su suerte, se
recostó en la cama pero ya no pudo descansar. Recordó el nombre del
personaje de la serie de TV:
Kwai Chang Caine. Sí, ella era igual a aquel hombre que andaba por caminos
polvorientos, llegaba a pueblos remotos y se enfrentaba a muchas
injusticias.
Era inútil
tratar de descansar, se levantó de la cama y salió de nuevo a
caminar. Afuera helaba, un viento muy fuerte golpeaba sus mejillas y
despeinaba sus cabellos; las hojas rojas, doradas y ocres giraban a
su alrededor como invitándola a bailar, pero las ignoró.
El paisaje
lucía maravilloso, una alfombra de oro lo cubría todo, era la
naturaleza haciendo poesía, pero ella no lograba ver el prodigio,
estaba demasiado triste y amargada para percibir la belleza. Se sentó
en una banca ya sin fuerzas y de pronto una hojita entre roja y
amarilla cayó suavemente sobre su regazo, ella la miró, reparó en
su color, en su forma, en la belleza que encierra la simpleza de una
hoja seca… recordó aquel verso de Benedetti:
Aprovecha el otoño
Antes de que el futuro se congele
Y no haya sitio para la belleza
Porque el futuro se nos vuelve escarcha
Reaccionó.
Benedetti siempre la hacía reaccionar, volvió como de un estado de
coma.
Se sintió
confortada después de mucho tiempo…
Comprendió
que se perdía de un hermoso otoño por su hostilidad, por empeñarse
en estar triste, por dejar volar tanto su pensamiento que se
ausentaba totalmente de aquel lugar mágico.
Miró a su
alrededor, el paisaje tenía un color rojizo encantador, vio a un
grupo de niños jugando entre la hojarasca, los escuchó reír…
Entendió
que el momento se le escapaba,
que la
vida es sabia y cada cosa tiene su tiempo,
que debía
ocupar su lugar en el presente.
Sacó su
libreta y un lápiz del morral y comenzó a escribir:
“Amor
mío, te envío este pedacito de otoño que me encontré en el
camino. No sé a qué árbol perteneció, no sé cuantas ventiscas la
han arrastrado antes de llegar a mí, el sol cálido ya no la
acariciará jamás, pero aun cuando perdió su verdor, cobró una
nueva belleza, cada estación tiene su propio color, su encanto…
Hay tanta
belleza en este lugar, la brisa es fuerte y helada pero voy a abrir
las puertas de mi alma para dejarla entrar, voy a aprovechar el
otoño…”
Al
terminar de escribir, dobló la carta, la introdujo en un sobre y
dentro colocó la pequeña hoja, se levantó más animada y caminó
hacia la oficina de correos...
Ella siempre fue así. Por su cabeza cruzaban las palabras
formando ideas y esas ideas se mezclaban
entre si formando grandes discursos, excelentes observaciones o hermosos
poemas; pero a la hora de pronunciarlos, de su boca solo salían un par
monosílabos y una que otra frase corta. Era como si las palabras se quedaran
aprisionadas en su garganta sin poder salir, era como si un pesado grillo en su
lengua le impidiera tanto moverla que apenas alcanzara a decir poca cosa y
muchas veces nada.
Por las mañanas cuando paseaba por el parque pensaba:
Es hermoso cómo se expresa la naturaleza y nos dice cuánto
nos ama en cada pétalo, en cada aroma y en cada color; en el canto del pájaro,
en su vuelo; en ese color naranja de la mañana que lo cubre todo y nos hace
sentir que este día es único, aun cuando sabemos que mañana se repetirá...
Pero cuando intentaba expresar tan hermosos pensamientos, de
sus labios apenas salía un: - Lindo día
-
¡Qué callada! Decían sus maestros.
¡Qué comedida! Comentó un amigo
¡Qué tonta! Chismorreaban las vecinas
¡Que pretenciosa! Pensaron sus compañeros de curso
¡Que parca! Exclamó el cura cuando le pidió que subiera al
púlpito para conducir la oración y de sus labios solo salió un tímido:
- Alabado sea Dios - mientras en su cabeza ya había recitado La Biblia entera.
De niña se levantaba de la cama y se sentaba en un sillón
del estar y, mientras miraba a su madre planchar, un torbellino de ideas pasaba
por su pequeña cabeza; su madre la miraba y riendo le preguntaba:
- ¿Todavía con sueño? -
Y en realidad nunca dormía bien, las ideas en su mente
danzaban por las noches y no la dejaban dormir lo suficiente.
Un día regresó de la escuela muy triste, había visto un
carro atropellar a un perrito, por todo el camino caviló acerca de la vida y la
muerte:
Tal vez la muerte sea eso, un accidente que nos asusta y nos
sorprende. - pensó -
Tal vez la vida no es más que la preparación para la muerte,
tal vez la muerte sea otra vida o tal vez la muerte sea caminar inexorablemente
hacia la nada. - siguió pensando - Todos
estos pensamientos y la imagen del perrito muerto la embargaron de una profunda
tristeza y, cuando ya estaba llegando a casa, las lágrimas comenzaron a rodar
por sus mejillas.
Quiero contarle todo esto a mi madre - pensó -
Pero, cuando llegó a casa llorando y su madre le preguntó
qué le sucedía, ella solo pudo decir tristemente:
- Nada -
Su madre se escandalizó y volvió a preguntar:
- ¿Qué pasó, por qué lloras? -
Esta vez solo pudo negar con la cabeza y bajar la mirada.
Su madre muy molesta la tomó por el brazo, la encerró en su
habitación y le dijo:
- ¡Ahí te vas a quedar hasta que hables! -
Ella al verse sola en la habitación sintió un alivio, por lo
menos allí dentro no tenía que hablar con nadie; estaba exhausta, las ideas
deambulaban en sus cabeza sin poder salir y eso era muy extenuante. Se subió a
la cama y recostó la cabeza en la almohada para que su ajetreada mente
descansara un poco.
Al día siguiente ya su madre lo había olvidado todo, al
contrario de su hija, ella era muy dispersa y conversadora.
Un día, sintió el amor por primera vez. Aquel joven la hacía
atropellar sus pensamientos, ella trataba de organizar las ideas en su cabeza
pera eran demasiadas y todas surgían a la vez. Pensó en hablarle, pensó en acercarse
y decirle que su corazón ya no era un músculo involuntario y que
ahora sólo latía a voluntad cuando él estaba cerca, que amaba esos ojos que un
día habían mirado al cielo y fotografiado su azul, que le encantaban las
palabras que giraban en su mente cuando lo veía, que ahora solo se abandonaba a
las ideas y las dejaba que colapsaran dentro de su cabeza con placer; mientras
pensaba en todo esto se acercó al joven y cuando intentó hablarle solo alcanzó
a decir levemente:
-Hola - y luego se sonrojó.
El joven la miró a los ojos un poco sonrojado también.
Ella quería decirle las palabras que tenía en su mente; pero
era imposible, estaban aprisionadas en su cabeza. Perturbada por la mirada del
joven se abalanzó sobre él y lo besó, él también la beso. Se besaron con un
beso profundo, porque para besar no son necesarias las palabras. Luego se
amaron, se amaron más allá de las palabras…
Ella pensó: ¡Dios mío, estoy enamorada! Él es mi primer
amor, lo amo y quiero gritarlo a los cuatro vientos ¡quiero que el universo entero sepa de mi
felicidad!
Y salió a caminar y a decirle al mudo que amaba, pero solo
alcanzó a mostrar su maravillosa sonrisa; por tanto sonrió, sonrió a todos a su paso…
Las palabras nunca salieron de su boca pero, por alguna extraña
razón, todos al verla sonreír sabían que estaba enamorada.
Llegó el primer día de clases, estaba muy emocionada y nerviosa.
Por aquellos días yo soñaba con ser músico, solo que la vida soñó otra cosa para mí.
Llegó el Maestro y enseguida todos tomamos nuestros asientos, él entró, dio las buenas tardes y se detuvo frente al escritorio. Era un hombre de rostro generoso y afable, con el paso tranquilo, propio de una persona de su edad. Cuando comenzó a darnos la bienvenida, una joven estudiante lo interrumpió repentinamente:
- ¿Usted es el Maestro Eduardo Serrano? ¿el que compuso Barlovento?
El Maestro, que siempre las pescaba en el aire, le contestó:
- ¡Lo que queda de él, hija! ¡lo que queda de él!
Ya se había roto el hielo y todos reímos a carcajadas. Y es que así era el maestro, una persona dulce, sencilla y de un extraordinario sentido del humor.
En ese mismo instante lo amé. Fue ese tipo de conexión que pocas veces se da entre las personas. Y desde entonces surgiría una linda amistad entre los dos.
Sus clases eran lo mejor que me pasaba en la semana. Cuando llegaba el momento del solfeo todos queríamos ser los primeros en pasar al piano y recitar nuestra lección. Si nos equivocábamos, no faltaba la caricia del Maestro y luego la paciente explicación.
Los mejores recuerdos de aquellos días son el amor y la paciencia con que el Maestro nos enseñaba. Eso nunca lo olvidaré.
¿Anécdotas con el Maestro? Podría contar muchas.
Por ejemplo los ratos después de clases. Nos quedábamos hablando sobre la música, los músicos o simplemente el Maestro se sentaba al piano y cantaba sus composiciones mientras yo escuchaba, eran canciones que no conocía, que nadie conocía, que a nadie parecían importarles. Porque, lamentablemente, talentos como el del Maestro Serrano son ignorados y dejados a un lado, siempre desplazados por la música comercial y foránea.
Una vez comentó que tenía más de 250 composiciones de las cuales apenas un 25% eran conocidas, que ya no componía más porque sería masoquismo seguir haciéndolo. Y no le faltaba razón.
Por aquel entonces yo pertenecía a una coral y el director, el profesor Eugenio, había sido también alumno del Maestro Serrano.
Recuerdo que una navidad el Maestro me dio la partitura de una parranda que había compuesto: - Llévaselo a tu profesor para que lo monte en la coral - me dijo.
Luego se sentó al piano y la cantó: “Yo vengo bajando el cerro, cantando por lo bajito, en busca de un parrandero que le gusten los palitos…”
Le llevé la partitura a mi profesor, él la tomó y la guardó. La coral nunca la cantó.
Por fin, un día, la coral iba a cantar una composición del Maestro Serrano: “Ni ná, ni ná”, con arreglo de Modesta Bor. Lo invité a ese concierto, quería que nos escuchara, y él aceptó de muy buen grado.
Llegó el día del concierto. Le comenté al profesor Eugenio que el Maestro Serrano iría a escucharnos cantar; él trató de hacerme entender:
- No quiero desanimarte, pero el Maestro no va a venir. No maneja de noche, ya está muy viejito y no ve muy bien. Yo mismo lo he invitado infinidades de veces y nunca se presenta. Tal vez aceptó la invitación solo por cortesía -
No niego mi decepción, pero me pareció comprensible que el Maestro, a su edad, no manejara de noche, ni siquiera debería manejar de día. Pero de verdad quería que nos escuchara. Otra vez será, pensé.
Pero unos minutos antes de comenzar el concierto, cuando ya estábamos todos alineados en la tarima, entró el Maestro en la sala. ¡No lo podía creer! ¡El Maestro se presentó a pesar de la noche!
El profesor Eugenio, al verlo sentado en primera fila, me dijo en voz baja:
- ¡Coño! el Maestro te debe apreciar mucho para haber venido manejando hasta aquí de noche.
-Tanto como yo a él - le contesté.
Luego, el profesor saludó al público, le dedicó la pieza al Maestro y comenzamos a cantar:
“El negro José Luis está, dale que dale a su tambó porque el cuero del cumaco Trinidá de un golpe se lo rompió; pero no fue ni ná ni ná, ¡guay! Y la parranda siguió…” aquella, fue una noche memorable.
A mis clases con el Maestro nunca faltaba, eran lo más importante para mí y él lo sabía.
Un día, tuve un accidente, me quemé con aceite caliente. Por primera vez falté a mi clase. A la semana siguiente, todavía con las manos ampolladas, regresé; el Maestro preocupado me recomendó usar una crema llamada “Picrato de Butesín” ¡Picrato de Butesín! ¡No puedo creer que todavía recuerde el nombre de la crema!
Después de haber visitado un montón de farmacias, le comenté al Maestro que nadie la conocía, que alguien me dijo que ese medicamento ya estaba descontinuado.
Al día siguiente, el Maestro tocó a mi puerta. Había llegado en su pequeño Volkswagen gris, traía un pomo todo espaturrado de Picrato de Butesín.
¡Mi querido Maestro! Llegó hasta mi casa con su propia crema, ya un poco gastada.
Sí, ya sé; la crema tenía un montón de años y estaba vencida, pero no me pueden negar que fue un hermoso gesto. Así era el Maestro ¿cómo no quererlo?
Un maestro es el que te deja enseñanzas para la vida, qué además de lo académico te enseña valores, como el amor por el otro, la cortesía, el respeto, la solidaridad, la humanidad. Eso me dejó el Maestro. En verdad era un ser excepcional.
Recuerdo que siempre me decía: “Tú tienes madera, carajita, tienes que seguir con la música” y eso me alentaba.
Cuando terminé la preparatoria, él mismo me consiguió el cupo en la Escuela de Música Nolasco Colón. Allí comencé el primer año de música con el profesor Ugo Corsetti. ¡Ay, por Dios! ¡Ugo Corsetti!
Nunca dos personas fueron tan opuestas como mi Maestro y ese Ugo Corsetti.
El profesor Corsetti, era un hombre con muy mal carácter y muy poca paciencia para la enseñanza. Acercarse al piano para la lección de solfeo era como ir a la guillotina, sus clases eran de pánico.
Todos esperábamos aterrorizados el turno para la guillotina, el joven delante de mí comenzó a solfear, lo hacía muy bien, de pronto, se equivocó… Corsetti, en su pésimo español le gritó que se fuera a casa y que si no se aprendía la lección, no volviera.
Llegó mi turno, esto era un cambio muy brusco para mí, no sentía la confianza ni la satisfacción que sentía con mi Maestro. Me acerqué al piano, traté de concentrarme y apenas comencé, en el primer compás ¡me equivoqué! Todavía las palabras del viejo ogro retumban en mi cabeza:
- ¡Usted es más sorda que una campana rota!
Humillación… y confusión, eso fue lo que sentí. ¿Tenía madera o era tan sorda como una campana rota?
Pues, nunca supe la respuesta. Mi carrera de músico terminó ahí.
Odiaba esas clases, siempre tenía un pretexto para faltar y un buen día no volví más.
Con el tiempo desistí de estudiar música. Me conformé. Me rendí. Dejé que Corsetti decidiera por mí.
Mucho tiempo después, me encontré con mi querido Maestro en la Plaza Venezuela, nos abrazamos, el acarició mi cabeza y me preguntó cómo iba con la música, le dije que era sorda como una campana rota, él riendo me dijo: Tú tienes madera, carajita, tienes que seguir con la música.” Y eso me alentó.
A Corsetti me lo topé una vez en el Aula Magna. Me cambié de puesto y simulé no haberlo visto.
Ya habían pasado muchos años sin saber del Maestro cuando me enteré de su muerte. Fue un lunes 13 de octubre de 2008, tenía 97 años de edad. Los medios apenas lo reseñaron, como era de esperarse.
Así murió ese gran Maestro y creador que nunca fue valorado en su justa dimensión: “Solo espero que algún día se acuerden, no de mí, sino de todos los autores y cantantes de nuestra verdadera identidad musical”.
Sé que todos los que tuvimos el orgullo y la dicha de conocerlo recordaremos siempre con amor a quien no hizo otra cosa que componer música por amor a Venezuela.
Barlovento. Letra y música: Eduardo Serrano T. Intérpretes : Iván Pérz Rossi, Francisco pacheco y Cecilia Todd.
La máxima de todo buen roncador: Todo el mundo ronca menos
yo.
He aquí, todo lo que debes saber sobre los ronquidos, los
roncadores y los idiotas que los soportan. Si tienes una pareja que no te deja
dormir con sus ronquidos, este tratado te será de gran utilidad.
Primero, definamos ronquido: Dícese del ruido desesperante
que emiten nuestras parejas al dormir y que no nos deja conciliar el sueño en
toda la noche.
Los ronquidos se dividen en diferentes tipos según la recreación
del sonido que producen. A continuación te explicamos los tipos de ronquidos y
cómo se manifiestan:
Ronquido del Helicóptero: Este tipo de ronquido es el más estruendoso de todos, su sonido se asemeja
al de un helicóptero en pleno vuelo, de allí su nombre. Comienza con un suave
despegue y luego se va acelerando hasta alcanzar niveles indescriptibles. Si tu
pareja presenta este tipo de ronquido vas a sentir deseos de suicidarte… ¡HAZLO! Si no, pasarás el resto de tu vida sin dormir
y llegarás a odiar a los helicópteros ¡y a tu pareja también!
Ronquido del Cochino: El ronquido del cochino es el más
común de todos, las personas que lo presentan RONCAN COMO COCHINOS, este ronquido alcanza
niveles medios, pero constantes, si tu pareja lo presenta roncará la noche
entera, para este tipo de ronquidos recomendamos el palo cochinero que suele
ser muy efectivo.
Ronquido del Silbador: Este es un ronquido muy suave, pero no por eso menos ladilla, las personas que lo presentan parecen que silbaran
una melodía muy desafinada, se presenta generalmente en mujeres y niños, cuando se presenta en hombres, el silbido se asemeja más al de un claxon. Para este tipo de ronquido recomendamos un silbato. Cuando
ya no lo soportes, toma el silbato y pítale a tu pareja en el oído, ¡a ver si le gusta!
Roquidus Interruptus: Este ronquido es poco común, su
sonido es una mezcla de cochino con helicóptero. Comienza con fuerza y, cuando parece
que va a tomar vuelo, se interrumpe con una especie de ahogo, por un
momento pensarás que tu pareja se está muriendo ahogada, pero no, solo es una
pausa para volver a coger vuelo y volver a ahogarse, y así sucesivamente hasta
que pierdas los estribos. Para este tipo de ronquido no vale la pena esperar
que tu pareja se ahogue y te deje dormir, eso NO SUCEDERÁ. Si quieres que se
ahogue, colócale una almohada en la cara o ¡lánzala a un río!
Ronquido Asesino: Este es el tipo de ronquido más
peligroso porque el sujeto a la vez que ronca lanza manotazos, cabezazos ¡y
hasta patadas! Esto puede ser mortal para la persona que duerme a su lado. Si
tu pareja presenta este tipo de ronquido, te recomiendo dormir protegido, con
casco y pechera…. y un garrote en la mano por si las moscas.
Para facilitar el estudio del ronquido dividimos a los
roncadores en varias categorías:
1-El
roncador descarado: Es aquel que ronca la noche entera, y al día siguiente se levanta diciendo que no
pegó un ojo en toda la noche por culpa de TUS ronquidos.
2-El
Roncador Sensible: Es aquel que si le dices que ronca, se siente tan ofendido
que tampoco te deja dormir en el día tratando de convencerte de que él no ronca
y que nunca en su puta vida ha roncado.
3-El Roncador Patán: Es aquel que sabe que
ronca, sabe que te molesta y que no te deja dormir, pero ¡le importa un
carajo!
4-El
Roncador Educado: Es el tipo de roncador que te ladilla toda la noche con sus
ronquidos y al día siguiente te dice: Espero que mis
ronquidos no te hayan molestado.
5-El
Roncador Negador: Es el tipo de roncador que niega rotundamente que ronca, no
acepta bajo ningún concepto que le digan que ronca y además te exige pruebas de
lo que dices, como si tus largas ojeras y el evidente cansancio no fueran
pruebas suficientes.
6-El
Roncador Absurdo: Es aquel que ronca tan arrechamente que se despierta con sus
propios ronquidos, así que, no solo no te deja
dormir, sino que no se deja dormir a sí mismo.
Una vez establecidas las categorías de ronquidos y
roncadores, veamos ahora algunas consideraciones que se deben tomar en cuenta al
momento de elegir pareja si deseas dormir con tranquilidad por las noches:
-Aun cuando estés muy enamorado, antes de tomar la
decisión de vivir en pareja, averigua primero si tu futura pareja ronca.
Recuerda que el amor es ciego, pero no es sordo.
-Si tu futura pareja ronca, y aún así quieres vivir con
ella, entonces averigua en que categoría de ronquidos se ubica, tal vez, con un
poco de suerte, tengan compatibilidad de ronquidos.
-Si tienen incompatibilidad de ronquidos, y persisten en
la idea de vivir juntos, entonces relájense y disfrútenlo
mientras dure el amor!
Esta no es la historia de un gato. Pero es la historia del
mejor amigo del gato: El perro.
Sí, el perro es el mejor amigo del gato ¿no lo sabían? cualquier
persona que tenga un gato y un perro en casa se los puede asegurar. Eso de que el perro es el mejor amigo del hombre no está confirmado. Como dice Mafalda: falta la opinión del perro. Este es el relato de una linda perrita llamada Pitrata, blanca como un algodón de azúcar y
con una mancha negra y redonda en su ojo derecho que ciertamente se asemeja al parche de un pirata. El comandante fue muy atinado al llamarla así.
Ella jugaba en los jardines del caserón con su nuevo amigo
Azabache, un perrito negro y muy travieso. Se mordisqueaban las orejas, gruñían
y se perseguían el uno al otro.
El comandante, que daba una caminata por el jardín, se
acercó y la acarició. Jugueteó con ella un rato. A pesar de ser un hombre muy
ocupado, siempre tiene tiempo para una caricia. Pirata lo sabía muy bien. Ella
vio el amor por primera vez, en los ojos
de aquel hombre noble, por eso lo amaba y sabía que podía confiar en él.
Desde que Pirata vino a vivir al caserón su vida cambió
mucho. Ahora su vida es muy apacible, no corre ningún peligro, la comida nunca
falta y lo más importante: está rodeada de mucho amor. Pero no siempre fue así:
Pirata era una perrita callejera, no por eso menos
importante que cualquier perrita de apartamento o de hacienda, al contrario,
por ser callejera tenía muchas historias que contar, pero esta historia….¡esta
es la historia!
La pequeña perrita vivía expuesta a los peligros de la calle
y a la indiferencia de la gente. Era flaquiiiita, solitaria, con la mirada
triste, y andaba deambulando por las
calles con ladridos del hambre que dios le puso.
Ni siquiera tenía un nombre, eso de “Pirata” fue mucho después, cuando la
encontraron y el comandante notó la semejanza..
Un día, la perrita agobiada por el hambre, caminó por muchas
horas bajo el sol buscando algo de comer, deambulaba sedienta y hambrienta por
un camino largo y desolado, era una sabana, no había pueblo cerca, se sentía
casi desmayar… En el medio de la
carretera vio algo que le pareció un trozo de chuleta y se apresuró a buscarlo,
cuando se acercó notó que no era más que un pedazo de fruta descompuesta, pero
aún así la engulló con desespero, de pronto oyó un gran estruendo, alcanzó a
mirar un carro que trataba de esquivarla y luego sintió aquella enorme rueda
pasando por encima de su patica trasera.. El conductor del vehiculo se preocupó
y se quiso detener, pero iba muy apurado a un compromiso al que no podía llegar
retrasado, así que lo pensó un segundo y decidió seguir su camino.
La perrita trató de caminar, pero el dolor que sentía era
mayor que el hambre y la sed. Arrastrando la patica llegó a la orilla del
camino y aulló de dolor, pero no había nadie cerca que la escuchara. Siguió
arrastrándose sin rumbo por la orilla del camino. Después de muchas horas, ya se arrastraba más por reflejo que por el deseo
de llegar a alguna parte. El sol inclemente le pesaba en el lomo y cuando por
la carretera pasaba algún carro, su corazoncito latía más fuerte y temblaba del
pánico.
Pronto vio pasar un carro y detrás de este, otro, y otro, y
otro más… la perrita los vio con angustia. Luego suspiró aliviada al ver que se
alejaban. Pero, de pronto, la hilera de vehículos se detuvo, salieron hombres
de traje y otros de uniforme, la perrita se quedó paralizada de miedo. Uno de
ellos se le acerco y la tomó con una mano, revisó su pata y la llevó a uno de
los carros, allí se encontraba el comandante. La pobre perrita asustada,
lloraba de miedo y de dolor, ella conocía bien la maldad del hombre. Pero el
comandante la tomó con cariño entre sus manos, le revisó la patica, luego la
acarició, la miró a los ojos y dijo:
- ¡mírale la mancha, pero si parece un
pirata! Oye, pobre perrita, vale, está
sufriendo mucho, parece que fue atropellada. Llévenla a un veterinario que le cure su
patica y manténganme informado -
Los uniformados se llevaron a la perrita, que ahora se
llamaba Pirata y el comandante siguió su camino junto con la hilera de carros.
Una multitud lo esperaba para escuchar su discurso.
Aquel día el comandante dio un hermoso discurso y ya finalizando
habló de la perrita, sola y herida en un camino y de la indolencia de las personas,
dijo que se detuvo porque no podemos ser indiferentes ante el dolor:
“ ¿Cómo uno va a pasar por un lado como si no
pasara nada? Ella es un ser vivo… ese grado de sensibilidad uno tiene y puede
desarrollarlo, la capacidad de amar es infinita, es infinita, infinita…
¡Desarrollémosla! creo
que esos son valores esenciales para poder construir el Socialismo, sin esos
valores, todo sería mentira, todo sería falso. “
Romeo había dejado de
ser un pequeño gato, ahora ya tenía edad para subir al tejado. Su dueña, la Srta. Teresa, le puso
ese nombre porque siendo apenas un gatico muy chiquito se enamoró perdidamente
de un ovillo de lana color lavanda de los que ella usaba para tejer sus
bufandas. Fue amor a primera vista, Romeo y el ovillo de lana eran inseparables
hasta que un día, ya siendo un joven gato, se dio cuenta de que su primer amor no era más que una bola enredada de hilo.
Esa noche salió a la vereda a dar un paseo y subió al tejado
por primera vez. La noche estaba quieta y soplaba una brisa fresca, de fondo se
oía un coro de grillos, entonces la vio… ella era hermosa e imponente, su rostro pálido
iluminaba la vereda y agitaba con gracia su cabellera de estrellas, Romeo
sintió de nuevo la sacudida del amor, solo que esta vez con mayor intensidad,
le maulló una hermosa melodía para impresionarla y luego le dijo:
- Dime hermosa reina de la noche ¿quién eres?
- Soy la
Luna - contestó ella indiferente - ¿Y tú, quién eres?
- Soy Romeo - dijo el gato - y su hermoso pelaje, de un
negro casi azul, brilló más que nunca bajo la pálida luz de la luna… el latido
de su corazón se escuchaba estruendoso como el reloj despertador de la Srta. Teresa.
- ¿Romeo? Ja ja ja ja ja
¡un gato llamado Romeo! ¡nunca escuché nada tan absurdo!
Yo conocí
al verdadero Romeo, estuve allí, iluminando la noche mientras él le recitaba los más bellos versos a su amada,
lo vi subir por su balcón para robarle
un beso en la oscuridad… ¡Ciertamente no te pareces en nada a él! – le
reprochó la luna – - Yo te recitaría bellos poemas si aceptaras ser mi novia
- suspiró el gato - - Los más grandes poetas han cantado a mi belleza, el
hombre ha tratado de conquistarme a través del tiempo, los trovadores se han
inspirado en mí para hacer sus canciones, los mejores pintores han plasmado mi
belleza en sus lienzos ¿por qué querría ser la novia de un gato ordinario? –
preguntó la luna -
-¡No soy ordinario! – exclamó el gato - Puedo lamer mi cola ¡mira! - y comenzó a dar vueltas a la vez que
lamía su cola – soy muy aseado, también puedo cazar ratones y cualquier tipo de
bicho, además, tengo siete vidas.
- ¿Siete vidas? ¡que desperdicio! ¿para qué necesita
siete vidas un gato que no hace más que lamer su cola y cazar bichos? - se
burló la luna –
- Pero yo te amo…quiero casarme contigo. ¿Tú no me amas? – Preguntó triste el gato –
-Yo solo puedo amar a la noche oscura y a mi
cabellera estrellada... Y ya no puedo seguir conversando contigo, tengo que ir a
anochecer a La China,
¡con tu permiso! – dijo arrogante la luna alejándose para dar paso a la aurora –
Romeo sintió que su corazón se
destrozaba como sucedió con el reloj despertador de la Srta. Teresa aquel día en que saltó a la mesita de noche y lo
tiró accidentalmente. Una lágrima mojó su largo bigote. En ese momento llegó la
aurora y, al verlo llorar dolorosamente, le dijo:
-No te aflijas Romeo, la Luna es vanidosa y no puede
mirar más que su propia belleza. Es triste no poder ver la belleza que hay en
los otros… Un día vas a amar a alguien que también te amará y entonces
brillarás más que la Luna
y su cabellera de estrellas.
- No creo que quiera amar nunca más, es muy doloroso... –
Contestó el gato abatido -
Comenzó a amanecer y Romeo sintió que oscurecía en su
corazón... luego saltó del tejado y los primeros rayos del sol calentaron
suavemente su lomo. En su camino encontró una gatica carey que daba vueltas y
lamía su cola, Romeo al verla se echó a reir, ella lo miró y comenzó a reir
también, los dos rieron a carcajadas:
- ¿Cómo te llamas? – preguntó la gatica
carey –
- Me llamo Romeo – y le sonrió con dulzura – - Yo soy Julieta – ella también le sonrió – Y se fueron caminando juntos por la vereda…
"Tenho um apetite voraz e os delírios mais loucos. Você
pode até me empurrar de um penhasco q eu vou dizer: – E daí? EU
ADORO VOAR!
Ya escondí un amor con miedo de perderlo, ya perdí un amor por esconderlo. Ya estuve en manos de alguien por miedo, ya tuve tanto miedo al punto de ni sentir mis manos. Ya expulsé de mi vida a personas que amaba, ya me arrepentí por eso. Ya pasé noches llorando hasta caer de sueño, ya me fui a dormirme tan feliz al punto de ni conseguir cerrar los ojos. Ya creí en amores perfectos, ya descubrí que no existen. Ya amé a personas que me decepcionaron, ya decepcioné a personas que me amaron. Ya pasé horas frente al espejo intentando descubrir quien soy, ya tuve tanta certeza de mí al punto de querer desaparecer. Ya mentí y me arrepentí después, ya dije la verdad y también me arrepentí. Ya fingí no dar importancia a las personas que amaba, para mas tarde llorar silenciosa en mi canto. Ya sonreí llorando lagrimas de tristeza, ya lloré de tanto reír Ya creí en personas que no valían la pena, ya dejé de creer en las que realmente valían. Ya tuve crisis de risa cuando no podía, ya quebré platos, copas y vasos de rabia. Ya eché de menos a alguien pero nunca se lo dije. Ya grité cuando debía callar, ya callé cuando debía gritar Muchas veces dejé de decir lo que siento para agradar a unos, otras veces dije lo que no pensaba para lastimar a otros. Ya fingí ser lo que no soy para agradar a unos, ya fingí ser lo que no soy para desagradar a otros. Ya conté chistes y más chistes sin gracia solo para ver a un amigo feliz. Ya inventé historias con final feliz para dar esperanza a quien lo necesitaba. Ya soñé demasiado, al punto de confundir con la realidad Ya tuve miedo de la obscuridad, hoy en la obscuridad "me encuentro, me agacho, me quedo ahí" Ya caí innumerables veces pensando que no me iba a levantar, ya me levanté innumerables veces pensando que no caería más. Ya llamé a quien no quería solo para no llamar a quien realmente quería. Ya corrí tras un carro, porque se llevaba a quien yo amaba. Ya llamé a mi madre en el miedo de la noche huyendo de una pesadilla, mas ella no apareció y la pesadilla fué aún mayor. Ya
llamé "amigo" a personas cercanas y descubrí que no lo eran, algunas
personas nunca necesité llamarles nada y siempre fueron y serán
especiales para mí. No me den formulas exactas, porque no espero acertar siempre. No me muestren lo que esperan de mí, porque voy a seguir mi corazón. No me hagan ser lo que no soy, no me inviten a ser igual, porque sinceramente soy diferente. No sé amar a medias, no sé vivir de mentiras, no sé volar con los pies en la tierra. Soy siempre yo misma, mas ciertamente no seré la misma para SIEMPRE! Gusto de los venenos más lentos, de las bebidas más amargas, de las drogas más poderosas, de las ideas más locas, de los pensamientos más complejos, de los sentimientos más fuertes Tengo un apetito voraz y los delirios más locos. Me puedes hasta empujar de un acantilado que yo voy a decir: - ¿Y qué? ¡AMO VOLAR