jueves, 19 de enero de 2012

La Gata en la ventana

               
                                     la filosofía del gato                             


                                                                                                                          

Despertó esa mañana sobre un mullido sofá. Había dormido allí la noche entera a sus anchas. Se estiró un poco, saltó al parquet y comenzó a caminar. Sus suaves y silenciosas patitas se deslizaban por la habitación, se  detuvo frente a la puerta de vidrio del balcón, se sentó y miró al patio con esa mirada enigmática que solo los gatos poseen. Su larga y peluda cola se enroscó alrededor de sus patas, su imagen evocaba una hermosa pieza de porcelana. Contiuó su recorrido hacia la cocina mientras inspeccionaba y reconocía todo a su paso, paró un momento en el corredor y jugueteó con las cortinas, enredaba sus pequeñas y afiladas uñas en los encajes y tironeaba graciosamente, cuando se aburrió siguió su camino y llegó a la cocina. Sentada a la mesa se encontraba una pareja tomando el café, se acercó lentamente a la mujer y se acarició contra su delgada pierna, la dama estiró su mano, la acarició con ternura y dijo a su marido:
- ¡Pobre gatita, ayer me partió el corazón verla abandonada maullando en ese callejón!
El marido contestó:
- Hiciste muy bien en recogerla de ese lugar y traerla, mi amor, aquí va a estar bien y con tus cuidados, se sentirá como en su casa.
La dama tomó a la gatita entre sus manos, la colocó en su regazo y mientras la acariciaba le dijo:
- No te preocupes, linda, yo te voy a cuidar, no te faltará nada.
La gatita ronroneaba y masajeaba los muslos de la dama con sus pequeñas patas.
- Te llamaré Catalina. dijo la dama.
<< ¡Que bien, el nombre de una Princesa!>> pensó la gatita.
Se echó en los muslos de la dama y fingió dormir para observar mejor el lugar.
El caballero se levantó, abrió una lata de Paté de salmón rosado importado, lo puso en en platito y llamó a la gatita: 
- Misuuu... misuuu...
La gata saltó de entre las piernas de la dama y corrió hacia el plato de delicioso paté, lo comió con gusto y pensó:
<< En adelante comeré de este paté dos veces por día.>>
Después de comer lamió muy bien sus patas, las pasó tras sus orejas una y otra vez y, cuando terminó de acicalarse, se dirigió a la ventana en el fondo de la cocina. Levantó su cabecita, miró a la vetana y calculó bien su salto (porque los gatos son buenos con los cálculos). una vez calculado, dió el salto justo al borde de la ventana. Se sentó allí, como una reina en su trono, miró hacia afuera y su larga cola colgaba por la pared. Su pose era hermosa, con la sobriedad de una efigie. Miró por largo rato al jardín, se sentía reconfotada. Luego miró al interior de la casa, observó a la pareja que aún tomaba su café y pensó con satisfacción:
<< Soy la Princesa Catalina, esta es mi casa y estas personas me pertenecen. >>