viernes, 30 de diciembre de 2016

Percances de un pianista






Escenas de una reunión de confianza.
Costumbre adoptada, de no sé qué remota fecha, es entre nosotros la de celebrar los santos y natalicios de nuestras párvulas, como también de nuestros papás y mamás, con bailes o con petites soirées,



(Trabajo publicado en el Diario de Avisos. Caracas. junio 6. 1879)

nombre con que han bautizado aquí las reuniones de confianza. A estas fiestas del hogar son invitados regularmente á pasar un rato agradable los individuos que tienen la rara dicha de saber acompañar al
piano piezas de baile. Los amigos intimos de la casa se creen en el deber de concurrir á dar los años á los amos del santo, y por consiguiente no necesitan invitación especial.
Las peripecias en que se vio envuelto en una de estas soirées este humilde servidor de ustedes, no serán de las más chistosas que se hayan referido, ni su narración lucirá esas bellezas que ostentan plumas adiestradas en el dificil arte de escribir pero tendrá sí el indisputable mérito de ser cierta y mui cierta, por desgracia.
Cruzando las calles de esta población, á cuyo tráfico me veo obligado en virtud de mis ocupaciones, porque entre paréntesis, debo advertiros que gano mi sustento dando lecciones de piano, tropecé de manos á boca con la señora Indalecia (que Dios guarde por muchos años).Era ésta una señora como todas las de su especie y pertenecía al número de mis conocidas.
Acercándose á mí, y después del correspondiente saludo, me dijo:
-Las niñitas, conspirándose en contra mía, me han calentado la cabeza de tal modo que aquí me tiene usted de arriba para abajo porque el domingo próximo daremos en casa unas vueltecitas con el piano para celebrar el natalicio de Aurorita
(cuarenta años cumplía en ese día), la cual me ha comisionado para que le invite á tomar una copa de cerveza.
-Señora, agradezco tan fina invitación y desde ahora me regocijo con la idea del buen rato que pasaré con ustedes.
-El placer será para nosotras; con que así no falte. Le esperamos á las ocho, y después de saludarme se retiró dejándome entregado á mi natural entusiasmo.
Desde aquel momento hasta el dia de la reunión las horas me parecían siglos, pues yo sabía de antemano que Emeteria, el anjel de mis ensueños, concurriría á la fiesta y me preparaba á pasar un rato delicioso bailando con ella.
Llegó por fin el día suspirado, y apenas clareó la aurora, ya estaba yo fuera del lecho bañándome, afeitándome y haciéndo todos los preparativos para entrar en campaña.
La noche con su sombrío ropaje (que para mí no lo era) puso en movimiento á los alumbradores ... eran las ocho.
La última campanada del reloj de la Metropolitana sonaba aún, cuando yo me anuncié en casa de doña Indalecia.
Ya estoi en la sala Todos contestan mis saludos con marcadas muestras de afecto (Mi llegada representaba la llegada de la música)... Tomo asiento.
Cínco minutos habrían transcurrido, cuando la señora Indalecía me suplicó ejecutara algo serio para distraer la impaciencia de los concurrentes. Me siento al piano y preludío. En este momento llega Emeteria.
Una turba de mozos imberbes la rodea, y veo con espanto desde mi patíbulo que la oportunidad de comprometer un turno con ella se me escapaba de las manos, en momentos que ejecutaba con los dedos ... En fin; aún me queda la esperanza de que ella que me ha visto al entrar me reserve un algo.
Concluida la pieza que tocaba, una salva de aplausos corona mis efuerzos, y mis bondadosos admiradores me prueban así, que, si era cierto que durante todo el tiempo que invertí en cansarme, inutilmente por llamar su atención no hicieron otra cosa que charlar á más y mejor, por lo menos al final quisieron demostrar lo contrario, para probarme así su amor al arte divino.
Me levanté y me acerco á Emeteria.
-Sería usted tan complaciente que me cediera uno de sus turnos?, la dije.
-Lo siento muchísimo, me contestó. pero acabo de comprometerlos todos.
-¿y los estraordinarios?
-También, pero mis parejas pueden cederle unas palomitas.
-Qué se va á hacer; me conformaré con eso.
Había empezado á comprender que todo no se me presentaba de color de rosa como yo lo había imajinado, y convencido de que allí no conseguíria nada, me largué con la música á otra parte. Inutil fue mi pesquiza, pues á no ser las jamonas, las feas y las pichoncitas de seis á ocho años, todas estaban formalmente comprometidas hasta sus octavos turnos y los correspondientes estraordinarios. Ya no podía dudar de que me iba á ser algo dificil bailar en aquella casa donde me convidaron á pasar un buen rato.
Dió principio el primer turno, que, como podrá coprenderse, lo toqué yo en compañia de otro mártir, pero no el del Gólgota, sino colega mio. Concluyó el turno, que á todos pareció sumamente corto, ménos a nosotros que habiamos invertido en el dos horas largas" Todo tomaron despues sus correspondientes cerveza, brandi, sangría.. etc., etc.... Por una casualidad de siempre. nadie se acordo de los músicos ejecutantes á la hora del obsequio. Como nosotros lo hacíamos tan bien, nos exijió una señorita le tocásemos una mazurka, a lo, cual no pudimos dejar de acceder. Concluida ésta, .doña Indalecia pidió una polka, con el fin de que vieran bailar á su nietecito Jorje, niño de seis años que hacia primores con los pies y la echaba de caballero á la moda. Terminada la polka, la linda Emeteria (la comprometida), y á instancias quizás de su pareja, pidió una danza ... Cómo negarnos? ...
Concluyó asi el segundo turno. Dulces, helados y frutas fueron repartidos con profusión. De nada de esto pude participar por hallarme ocupado en enseñarle á Lidia, niña de la casa, el acompañamiento de unas piezas que queria tocar para que yo bailase. No hubo poder humano que se las hiciera aprender. Por fortuna mi compañero de piano me propuso le obsequiara yo con un turnito para corresponderme él á su vez con otro.
Toqué el tercer turno, con más hambre que un empleado cesante. Viene el chocolate entonces. Se repartió á las señoras primero, luego á las niñas, en seguida á los jóvenes y muchachos, y espectador hubo que comió, bebió y aun llevó algo para su casa. Solo yo me quedé esperando el consabido soconuzco con que hechizaron á Carlos II.
-Pero, señor. qué mosca me habrá caido esta noche?, esclamé para mis adentros. Todos comen, bailan, beben y se divierten, ménos yo.
-Tomó chocolate usted?, me dijo al fin la señora lndalecia.
- No señora. le contesté, pero ya lo traerán.
-Oh!, que descuido. Fuljencia, tráele chocolate al señor.
Al fin llegó este, pero ... horror de los horrores! ... Flotando en la superficie de la tasa venia una mosca de marca, y no pude reprimir un movimiento de repulsión.
-Porqué no cena usted, caballero? volvió á decir la señora.
- Yo no ceno ... de noche.
-Usted no ha tomado cerveza?
-Sí, señora ... ; de todo, y cómo no?
-Quiere repetir dulce?
Al oír la palabra repetir crei que se trataba del piano y senti escalofrios.
-No, señora, la dije tartamudeando ... No, repito ... Gracias. La señora, obligada por sus muchas atenciones, me dejó para ocuparse de algo más importante.
Principió por fin el suspirado turno, debido á la complacencia de mi compañero y que habia de resarcirme de tantos contratiempos. Apénas deja oir el piano sus alegres armonías, la troupe danzante se lanza, presa de un delirio infernal, en torbellino capaz de haber envuelto en su seno las lejiones de Napoleon. Junto a mi acaba de pasar el que conduce á Emeteria.
-Caballero! ... caballero!
Nada; está más sordo que el que me dió el ser. Pasa de nuevo.
-Luis! Luis! le digo.
-Ah! eres tú, qué quieres?
-Puedes darme una paloma?
-Lo siento; pero acabo de recibir un regaño de Emeteria, que me ha prohibido hacerlo, y ya tú ves que ...
-Pero yo supongo, señorita, que usted no olvidará que me ha ofrecido bailar conmigo, dije yo.
-Ciertamente, pero como usted debe suponer, quedaria yo mui mal despues de haberme negado á hacerlo antes con otro si usted hubiera venido primero.
Adiós ilusiones! Que triste desengaño! -No hai más remedio, me dije abordaré á otra.
-Diego, dame una pa , ..
No pude concluir la frase: un grito lamzado por doña Indalecia me habia dejado helado. En mi afan de buscar pareja, no habia reparado en una sirviente que traía una bandeja con copas de agua, Y que tropezando conmigo, convirtió la sala en un océano, Todos los danzantes se refujiaron en los lugares que habian quedado secos: viéndome, yo convertido en blanco de sus miradas burlonas y en objeto de sus impertinentes risas. Abochornado y corrido salgo de allí con intenciones de huir de aquella casa maldita. Llego al sitio de los sombreros y tomo el mio, pero al hacerlo se vienen al suelo tres ó cuatro.
-Estúpido! dijo uno de los dueños de los sombreros.
-Es usted un grosero! le replico.
-Me lo dirá usted en la calle.
-Como guste.
No deseaba yo otra cosa para desahogar mi rabia. Salimos... Pun, Pan, Ratapun ... Tan. Cinco mojicones, la nariz rota y un ojo hinchado, fueron los laureles que recojí en aquella campaña. El amo de la casa, impuesto de lo ocurrido, se presenta en el sitio de la reyerta y me dice:
-Es usted un malcriado, que viene á turbar la alegría de mi casa, con sus groserías. Le prohibo volver á pasar las puertas de mi hogar.
-Este mozo es un loco, dijeron varios de los amigos de la casa y míos. -Eso le conviene para que aprenda á conducirse en las reuniones.
Furioso, despechado, frenético, avergonzado y echando espuma por la boca, recojí mi tortilla (que en eso se había convertido mi sombrero) y corriendo sin detenerme un segundo, llegó á mi casa y toco; el aldabón de la puerta al caer produce un sonido semejante al toque de agonías.
-Aquí no se le abre á bandidos, me contestaron.
Que recurso me quedaba, Santo Cielo!. .. Dormir en los bancos de la Plaza Bolívar. Así lo hice ... Pero, dónde creéis que amanecí? En la policía; sí, señor, en la policía; afortunadamente allí estaba debajo de techo. Desde ese día hice formal juramento de no faltar nunca á las reuniones de confianza, donde tantos y tan agradables momentos de expansión, de solaz y de alegría pasan los que saben tocar bien el piano.

Heraclio Fernández


El texto ha sido transcrito tal cual lo escribió el Maestro Heráclio Fernández con la ortografía de la época.

martes, 2 de abril de 2013

El árbol y el gato







Erase una vez un árbol que se encontraba en un camino, alto... orgulloso... fuerte...
Se levantaba por encima de todos, sin hacer ni bien ni mal a nadie.
Nunca amó a nadie, nunca había florecido, nunca dependió de nadie y nunca nadie dependió de él.
El árbol sabía mantener a todos a raya; al bosque, al campo y al camino con todos sus viajeros.
Una tarde, un viajero que pasaba en su viejo camión lanzó al camino a un pequeño gato. El gato, aturdido y asustado, se vio solo sin saber que hacer.
Comenzó a andar por el polvoriento camino y se detuvo frente al árbol:

- Dime, árbol... estás solo aquí?
- Completamente solo.
- ¿Y no le temes a la soledad?
- No le temo en absoluto.
- Y nunca te sientes triste, asustado o abatido?
- Nunca. No espero a nadie, no necesito a nadie.
- Ahh...¡cómo me gustaría ser independiente, vivir solo y no afligirme por nadie!
- Bien, no es muy difícil de aprender, vive conmigo, observa y cuando hayas aprendido te podrás ir y vivir solo.
- ¡Gracias árbol! -dijo el gato-

Y el gato se quedó a observar...

Un pequeño gorrión intentó hacer su nido en una de las ramas del árbol con trocitos de hojas y pajitas que traía en su pico, pero el árbol sacudió sus ramas con fuerzas y el gorrión se alejó. El gato observaba.
Una ranita se acercó al árbol dando saltos para protegerse bajo su sombra del sol inclemente, pero el árbol levantó sus largas ramas y dejó de hacer sombra. El gato observó a la ranita alejarse.
Un escarabajo revoloteó cerca del árbol, se estrelló contra su firme tronco y cayó al piso patas arriba, cuando logró ponerse en pie se alejó volando...
Y el árbol permaneció allí, quieto e indiferente, mientras el gato observaba.
Oscureció, comenzó a llover, el gato se acercó al árbol para protegerse, el árbol generosamente bajó una de sus ramas y lo cubrió.
Así pasaron los días y el gato permaneció junto al árbol. Se afilaba las uñas en su corteza, se acariciaba contra su tronco, dio vueltas a su alrededor y se trepó por sus ramas...
El árbol agitó todas sus ramas hasta las puntas y el gato se quedó dormido a su sombra.
Llegó el otoño, la brisa soplaba fuerte, el árbol fue perdiendo su follaje hasta quedar totalmente descubierto. El gato jugueteó entre la hojas secas.
Vino el invierno, la nieve blanqueó el paisaje, las ramas del árbol crujían y el gato sintió mucho frío. El árbol le ofreció un agujero cálido en su tronco donde guarecerse del crudo invierno. Allí el gato se sintió seguro y tibio hasta la entrada de la primavera.
El sol brilló en lo alto, los pájaros trinaban felices y el árbol ya reverdecido floreció por primera vez. ¡La primavera había llegado!
El árbol agitó alegre sus ramas y los pájaros se posaron en ellas.
De pronto vio al gato alejarse:

- ¿Dónde vas? -preguntó el árbol-
- Adiós, me voy, ya puedo vivir solo. -contestó el gato-
- No te vayas, tú me has enseñado mucho ¡quédate! -suplicó
tristemente el árbol-
Pero el gato siguió su camino sin escucharlo...
Y esta es la historia del árbol, o más bien la historia del árbol y el gato porque a no ser por el gato, el árbol no tendría una historia que contar.


El árbol y el gato es un cuento animado ruso que data del año 1983 y deja un hermoso mensaje sobre la soledad, los sentimientos y las motivaciones para vivir una vida plena. A partir del inglés he realizado una versión en español. Espero les guste. @lagatalisa

sábado, 24 de noviembre de 2012

Fina Estampa


                                                                                   
                                                   Para Caetano Veloso                                                


Un dibujo de sus manos
eleva la plegaria,
un simple gesto
en el universo
hace del acorde de las cuerdas
la parábola
sin exequias;
él
despliega las banderas
seduce
en lineas de elegancia,
un tono
de su voz
en la palabra,
suave
agridulce
sin engaño.
Es la fiesta,
en un instante
solo él
y desaparece el entorno.

Laura Antillano

jueves, 22 de noviembre de 2012

Perro sin salchicha




Esa tarde Guardiola tenía más hambre que de costumbre. Escudriñó en la basura pero no encontró nada, su estomago crujía, la furia de sus jugos gástricos emulaban una pelea entre dragones lanza fuego, fue entonces cuando decidió ir a su lugar favorito: la calle 4. Allí estaba el papaupa, muy conocido porque preparaba los mejores perros calientes de la zona y había introducido nuevos ingredientes como las papitas y el queso. A Guardiola le gustaba sentarse en la acera y percibir aquel maravilloso olor, el aroma de las salchichas asadas, el pan caliente y las salsas, cerraba los ojos y se imaginaba comiendo un perro caliente con todo.

- Ummm... ¡qué rico güele!

Los olores que se desprendían del puesto de perros calientes del papaupa lo transportaban, Guardiola siempre soñaba con comer uno, aunque sea probar uno, pero un perro caliente era para él un sueño inalcanzable, para comer un perro caliente con todo necesitaba un real.

- ¡un rial! ¡eso ejuna foltuna! Pero un día voy a sé rico y a comé       todos los perros que quiera. ¡Papaupa dame un perro ahí!

- consigue un real y te lo doy.

- ¿y aonde voy a conseguí un rial?

- Ah, no sé, ese es tu problema, el mío es vender los perros.

- ¡Nojó! papaupa, tú si eres...

Pero el olor de los perros solo alborotaba su enfurecido estomago. Guardiola siguió su camino, vagó por las calles del barrio que ya se oscurecía por la llegada de la noche y no encontró nada para aliviar el hambre, un viejo borracho en la puerta de una taguara le ofrció un guayoyo medio frío que el muchacho bebió con desespero.
Ya era tarde y el niño estaba cansado. Recogió unos cartones en un basurero, los llevó al lugar donde acostumbraba dormir y los acomodó como pudo.
Pensó que el hambre tampoco lo dejaría dormir esa noche.

- ¡Maldita sea mi puta vida!

Se acostó boca arriba mirando el cielo oscuro:

- Diojmío otra ve me voy acostá sin comé? ¿no me vajayudá? ¿ah? ¡nojoda!

Resignado se enroscó lo mejor que pudo sobre los sucios cartones para protegerse del frío, de pronto vio algo que brillaba debajo de un carro destartalado.
- ¿y esa vaina qué ej?

Se arrastró hasta el carro y vio una reluciente moneda, emocionado estiró su mano y la alcanzó.

- ¡Coño ejun medio! ¡a comé perro se ha dicho!

Corrió lo más rápido que pudo a la calle 4.

- ¡Si el papaupa ya se fue me mato!

  ¡Coño, nojoda ahí tá!... ¡papaupa vendeme un perro a medio!

- ¡No, si así es! Los perros cuestan un real.

- ¡Coño papaupa no seajasí que tengo medio na má!

- Por un medio te lo vendo, pero sin salchicha.

- ¡Nojó papaupa! ¿sin salchicha?

- Con salchicha cuestan un real.

- Güeno, ta bien pué, dame uno sin salchicha con todo.

Y mientras Guardiola lo miraba impaciente y con los ojos brillando de emoción, el papaupa tomó un pan humeante, lo abrió, le colocó repollo, cebolla, papitas, mayonesa, mostaza, salsa de tomate y se lo entregó.

- te faltó el queso papaupa.

  y por último le puso el queso.

- Toma, es un medio.

Guardiola le entrego el medio y le dio el primer mordisco al ansiado manjar. en su estómago inquieto comenzó una fiesta ruidosa y exultante. Por un momento se olvidó de su vida, del frío, de la noche en las calles, de su cama de cartón, en aquel momento Guardiola era el niño más feliz del mundo.

- ummmmm... ¡qué rico! ¡sin salchicha es mejol y maj barato!

  ¡Cuando sea rico voy a comé puro perro sin salchicha con todo!

Esa noche Guardiola se fue a dormir sin hambre y con una gran sonrisa en su cara sucia y cansada...


Guardiola preparaba su carrito de perros para comenzar otro día de trabajo.

- Sr. Guardiola ¿a cómo los perros?

.- Con salchicha diez bolívares, sin salchicha a cinco.

- ¿Qué? ¿Sin salchicha? Jajajajajajajajaja ¡Qué chimbo!

- ¿Chimbo? Chimbo es acostarse a dormir con hambre.

jueves, 12 de julio de 2012

Aprovecha el otoño





En aquel gélido país, con una ligera llovizna sobre su rostro, ella caminaba sin rumbo… De pronto vino a su mente aquel personaje de una serie de TV, ese que siempre iba errante con su mochila al hombro. Pensó que se parecía un poco a él y trató de recordar infructuosamente su nombre.  

Pasó frente a una sala de cine: “En la cama con Madonna” decía la cartelera.
  • A este país siempre llegan las películas más viejas       - pensó -
Decidió verla. Después de unos minutos en la pequeña antesala, entró y se sentó sola en la oscuridad de la sala. Mientras veía la película pensaba en lo cansada que estaba, le dolían mucho los pies de tanto andar y tenía las manos congeladas, además del hambre que ya era costumbre. Sacó unas galletas de su morral y las comió mientras soportaba aquella terrible trama sin sentido. Después de un rato de tortura, ver a Madonna en un film puede ser un verdadero tormento, se levantó y salió de la sala.
Se fue en dirección a su residencia, pensó en tirarse en su cama y descansar los pies y la tristeza.
De pronto notó que un hombre también había salido de la sala de cine y la seguía, un poco nerviosa apuró el pasó, pero él la alcanzó:
- Veo que está sola. - le dijo -
  • No, no lo estoy. Voy sola, pero no estoy sola. ¿Entiende la diferencia?
  • Entiendo, disculpe la confusión. - Dijo el hombre mientras daba media vuelta y se retiraba-
Se sintió aliviada y agradecida de que en aquel país fueran todos tan educados y continuó su camino, solo quería el calor de su habitación, aterrizar en su cama, dejar afuera el otoño acontecer y olvidarse del mundo. Cuando por fin llegó y abrió la puerta de su habitación notó con extrañeza que todo estaba a oscuras, luego cuando sus ojos comenzaron a ver mejor en la oscuridad, advirtió que su compañera de habitación estaba recostada en la cama con un hombre, había una música muy suave de fondo y las cortinas estaban cerradas..
  • Cuando parece que las cosas no pueden estar peor siempre hay alguien que hace un esfuercito para demostrarte que no es así. - Decía mientras una furia inusual la sacudía de los pies a la cabeza -
Caminó hasta la ventana, corrió las cortinas, luego se acercó a ellos, apagó el reproductor de música y les dijo:
  • ¡Estoy extenuada y necesito dormir! ¡Quiero que salgan ya!
  • ¡Esta también es mi habitación! Contestó su compañera
  • Entonces te puedes quedar, ¡pero tu amigo se va!
La pareja, visiblemente molesta, abandonó con premura la habitación.
Se sintió aún más triste y frustrada, no podía creer su suerte, se recostó en la cama pero ya no pudo descansar. Recordó el nombre del personaje de la serie de TV:
Kwai Chang Caine. Sí, ella era igual a aquel hombre que andaba por caminos polvorientos, llegaba a pueblos remotos y se enfrentaba a muchas injusticias.
Era inútil tratar de descansar, se levantó de la cama y salió de nuevo a caminar. Afuera helaba, un viento muy fuerte golpeaba sus mejillas y despeinaba sus cabellos; las hojas rojas, doradas y ocres giraban a su alrededor como invitándola a bailar, pero las ignoró.
El paisaje lucía maravilloso, una alfombra de oro lo cubría todo, era la naturaleza haciendo poesía, pero ella no lograba ver el prodigio, estaba demasiado triste y amargada para percibir la belleza. Se sentó en una banca ya sin fuerzas y de pronto una hojita entre roja y amarilla cayó suavemente sobre su regazo, ella la miró, reparó en su color, en su forma, en la belleza que encierra la simpleza de una hoja seca… recordó aquel verso de Benedetti:

Aprovecha el otoño
Antes de que el futuro se congele
Y no haya sitio para la belleza
Porque el futuro se nos vuelve escarcha

Reaccionó. Benedetti siempre la hacía reaccionar, volvió como de un estado de coma.
Se sintió confortada después de mucho tiempo…
Comprendió que se perdía de un hermoso otoño por su hostilidad, por empeñarse en estar triste, por dejar volar tanto su pensamiento que se ausentaba totalmente de aquel lugar mágico.
Miró a su alrededor, el paisaje tenía un color rojizo encantador, vio a un grupo de niños jugando entre la hojarasca, los escuchó reír…
Entendió que el momento se le escapaba,
que la vida es sabia y cada cosa tiene su tiempo,
que debía ocupar su lugar en el presente.
Sacó su libreta y un lápiz del morral y comenzó a escribir:
“Amor mío, te envío este pedacito de otoño que me encontré en el camino. No sé a qué árbol perteneció, no sé cuantas ventiscas la han arrastrado antes de llegar a mí, el sol cálido ya no la acariciará jamás, pero aun cuando perdió su verdor, cobró una nueva belleza, cada estación tiene su propio color, su encanto…
Hay tanta belleza en este lugar, la brisa es fuerte y helada pero voy a abrir las puertas de mi alma para dejarla entrar, voy a aprovechar el otoño…”
Al terminar de escribir, dobló la carta, la introdujo en un sobre y dentro colocó la pequeña hoja, se levantó más animada y caminó hacia la oficina de correos...


jueves, 7 de junio de 2012

El gato melómano




El gato Hermógenes               
Se sentó cómodo
Y muy estático
En su diván

Mirada cálida
Bigotes rígidos
Orejas ávidas
Para escuchar

La dulce música
Que el académico
Con ritmo armónico
Va interpretar.

Y no es insólito
Que sea melómano
Le gusta  Plácido
Hasta rabiar

Guitarra acústica
Sonidos clásicos
Mario del Mónaco
Y También Bach

Ama la ópera
La buena música
También es crítico
Como el que más.

El gato es chévere
Usa el metrónomo
Y aplaude atónito
Cada compás.

Más si el melódico
Sonido lírico
Del blanco y ébano
Llega a su fin

Cual largo péndulo
Su cola rítmica
Mueve mecánica
Pidiendo bis.

jueves, 31 de mayo de 2012

Sin Palabras



Ella siempre fue así. Por su cabeza cruzaban las palabras formando ideas y esas ideas se  mezclaban entre si formando grandes discursos, excelentes observaciones o hermosos poemas; pero a la hora de pronunciarlos, de su boca solo salían un par monosílabos y una que otra frase corta. Era como si las palabras se quedaran aprisionadas en su garganta sin poder salir, era como si un pesado grillo en su lengua le impidiera tanto moverla que apenas alcanzara a decir poca cosa y muchas veces nada.
Por las mañanas cuando paseaba por el parque pensaba:
Es hermoso cómo se expresa la naturaleza y nos dice cuánto nos ama en cada pétalo, en cada aroma y en cada color; en el canto del pájaro, en su vuelo; en ese color naranja de la mañana que lo cubre todo y nos hace sentir que este día es único, aun cuando sabemos que mañana se repetirá...
Pero cuando intentaba expresar tan hermosos pensamientos, de sus labios apenas salía un:  - Lindo día -

¡Qué callada! Decían sus maestros.

¡Qué comedida! Comentó un amigo

¡Qué tonta! Chismorreaban las vecinas

¡Que pretenciosa! Pensaron sus compañeros de curso

¡Que parca! Exclamó el cura cuando le pidió que subiera al púlpito para conducir la oración y de sus labios solo salió un tímido:
- Alabado sea Dios - mientras en su cabeza ya había recitado La Biblia entera.
De niña se levantaba de la cama y se sentaba en un sillón del estar y, mientras miraba a su madre planchar, un torbellino de ideas pasaba por su pequeña cabeza; su madre la miraba y riendo le preguntaba:
- ¿Todavía con sueño? -
Y en realidad nunca dormía bien, las ideas en su mente danzaban por las noches y no la dejaban dormir lo suficiente.
Un día regresó de la escuela muy triste, había visto un carro atropellar a un perrito, por todo el camino caviló acerca de la vida y la muerte:
Tal vez la muerte sea eso, un accidente que nos asusta y nos sorprende. - pensó - 
Tal vez la vida no es más que la preparación para la muerte, tal vez la muerte sea otra vida o tal vez la muerte sea caminar inexorablemente hacia la nada. - siguió pensando -  Todos estos pensamientos y la imagen del perrito muerto la embargaron de una profunda tristeza y, cuando ya estaba llegando a casa, las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
Quiero contarle todo esto a mi madre  - pensó -
Pero, cuando llegó a casa llorando y su madre le preguntó qué le sucedía, ella solo pudo decir tristemente:
- Nada -
Su madre se escandalizó y volvió a preguntar:
- ¿Qué pasó, por qué lloras? -
Esta vez solo pudo negar con la cabeza y bajar la mirada.
Su madre muy molesta la tomó por el brazo, la encerró en su habitación y le dijo:
- ¡Ahí te vas a quedar hasta que hables! -
Ella al verse sola en la habitación sintió un alivio, por lo menos allí dentro no tenía que hablar con nadie; estaba exhausta, las ideas deambulaban en sus cabeza sin poder salir y eso era muy extenuante. Se subió a la cama y recostó la cabeza en la almohada para que su ajetreada mente descansara un poco.
Al día siguiente ya su madre lo había olvidado todo, al contrario de su hija, ella era muy dispersa y conversadora.
Un día, sintió el amor por primera vez. Aquel joven la hacía atropellar sus pensamientos, ella trataba de organizar las ideas en su cabeza pera eran demasiadas y todas surgían a la vez. Pensó en hablarle, pensó en acercarse y decirle que su corazón ya no era un músculo involuntario y que ahora sólo latía a voluntad cuando él estaba cerca, que amaba esos ojos que un día habían mirado al cielo y fotografiado su azul, que le encantaban las palabras que giraban en su mente cuando lo veía, que ahora solo se abandonaba a las ideas y las dejaba que colapsaran dentro de su cabeza con placer; mientras pensaba en todo esto se acercó al joven y cuando intentó hablarle solo alcanzó a decir levemente:
-Hola -  y luego se sonrojó.
El joven la miró a los ojos un poco sonrojado también.
Ella quería decirle las palabras que tenía en su mente; pero era imposible, estaban aprisionadas en su cabeza. Perturbada por la mirada del joven se abalanzó sobre él y lo besó, él también la beso. Se besaron con un beso profundo, porque para besar no son necesarias las palabras. 
Luego se amaron, se amaron más allá de las palabras…
Ella pensó: ¡Dios mío, estoy enamorada! Él es mi primer amor, lo amo y quiero gritarlo a los cuatro vientos  ¡quiero que el universo entero sepa de mi felicidad!
Y salió a caminar y a decirle al mudo que amaba, pero solo alcanzó a mostrar su maravillosa sonrisa; por tanto sonrió, sonrió a todos a su paso…
Las palabras nunca salieron de su boca pero, por alguna extraña razón, todos al verla sonreír sabían que estaba enamorada.