jueves, 12 de abril de 2012

Romeo y la Luna





     Romeo había dejado de ser un pequeño gato, ahora ya tenía edad para subir al tejado. Su dueña, la Srta. Teresa, le puso ese nombre porque siendo apenas un gatico muy chiquito se enamoró perdidamente de un ovillo de lana color lavanda de los que ella usaba para tejer sus bufandas. Fue amor a primera vista, Romeo y el ovillo de lana eran inseparables hasta que un día, ya siendo un joven gato, se dio cuenta de que su primer amor  no era más que una bola enredada de hilo.
       Esa noche salió a la vereda a dar un paseo y subió al tejado por primera vez. La noche estaba quieta y soplaba una brisa fresca, de fondo se oía un coro de grillos, entonces la vio…  ella era hermosa e imponente, su rostro pálido iluminaba la vereda y agitaba con gracia su cabellera de estrellas, Romeo sintió de nuevo la sacudida del amor, solo que esta vez con mayor intensidad, le maulló una hermosa melodía para impresionarla y luego le dijo:
   -  Dime hermosa reina de la noche ¿quién eres?
   -  Soy la Luna - contestó ella indiferente - ¿Y tú, quién eres?
   -  Soy  Romeo - dijo el gato - y su hermoso pelaje, de un negro casi azul, brilló más que nunca bajo la pálida luz de la luna… el latido de su corazón se escuchaba estruendoso como el reloj despertador de la Srta. Teresa.
  - ¿Romeo? Ja ja ja ja ja  ¡un gato llamado Romeo! ¡nunca escuché nada tan absurdo!
      Yo conocí al verdadero Romeo, estuve allí, iluminando la noche mientras él le recitaba los más bellos versos a su amada, lo vi subir por su balcón para robarle un beso en la oscuridad… ¡Ciertamente no te pareces en nada a él!          – le reprochó la luna –   
        - Yo te recitaría bellos poemas si aceptaras ser mi novia
    - suspiró el gato - 
   - Los más grandes poetas han cantado a mi belleza, el hombre ha tratado de conquistarme a través del tiempo, los trovadores se han inspirado en mí para hacer sus canciones, los mejores pintores han plasmado mi belleza en sus lienzos ¿por qué querría ser la novia de un gato ordinario? – preguntó la luna -
  - ¡No soy ordinario! – exclamó el gato - Puedo lamer mi cola  ¡mira!  - y comenzó a dar vueltas a la vez que lamía su cola – soy muy aseado, también puedo cazar ratones y cualquier tipo de bicho, además,  tengo siete vidas.
  - ¿Siete vidas? ¡que desperdicio! ¿para qué necesita siete vidas un gato que no hace más que lamer su cola y cazar bichos?  
  - se burló la luna –
  - Pero yo te amo…quiero casarme contigo. ¿Tú no me amas?
    – Preguntó triste el gato –
  -Yo solo puedo amar a la noche oscura y a mi cabellera estrellada... Y ya no puedo seguir conversando contigo, tengo que ir a anochecer a La China, ¡con tu permiso! – dijo arrogante la luna alejándose para dar paso a la aurora –
Romeo sintió que su corazón se destrozaba como sucedió con el reloj despertador de la Srta. Teresa  aquel día en que saltó a la mesita de noche y lo tiró accidentalmente. Una lágrima mojó su largo bigote. En ese momento llegó la aurora y, al verlo llorar dolorosamente, le dijo:
 - No te aflijas Romeo, la Luna es vanidosa y no puede mirar más que su propia belleza. Es triste no poder ver la belleza que hay en los otros… Un día vas a amar a alguien que también te amará y entonces brillarás más que la Luna y su cabellera de estrellas.
  - No creo que quiera amar nunca más, es muy doloroso...
   – Contestó el gato abatido -
Comenzó a amanecer y Romeo sintió que oscurecía en su corazón... luego saltó del tejado y los primeros rayos del sol calentaron suavemente su lomo. En su camino encontró una gatica carey que daba vueltas y lamía su cola, Romeo al verla se echó a reir, ella lo miró y comenzó a reir también, los dos rieron a carcajadas: 
      - ¿Cómo te llamas?  – preguntó la gatica carey –
      - Me llamo Romeo   – y le sonrió con dulzura –
      - Yo soy Julieta   – ella también le sonrió –
Y se fueron caminando juntos por la vereda…


                                                                       FIN